
Pese a que los primeros aviones con equipos de rescate, alimentos y medicamentos llegaron a Puerto Príncipe, en las calles no se apreciaba ningún esfuerzo coordinado de asistencia. “Si la ayuda internacional no llega, la situación puede degenerar rápidamente. Hace falta agua y comida urgentemente”, afirmó una ama de casa, sentada ante la puerta de su casa.
Lo más grave es que tras los primeros desembarcos, el aeropuerto colapsó y las autoridades solicitaron la suspensión de los vuelos, mientras miles de personas que llevan dos noches durmiendo al aire libre se quejaban de no haber recibido la mínima asistencia. Sólo organizaciones humanitarias locales, la policía y los bomberos intentaban prestar ayuda a los damnificados.
Con sus casas destruidas y carentes de alimentos, los haitianos se concentraron en la avenida del Campo de Marte, en la que esperan ansiosos la llegada de la cooperación internacional, mientras se dan a la tarea de hacer el recuento de sus muertos.
Muchos no prueban bocado desde hace 24 horas. Sucios, heridos, desesperados y llorosos, los haitianos improvisaron toldos de tela para refugiarse y miran repetidamente al cielo esperando una solución a sus problemas.
“Si la comunidad internacional quiere ayudar a Haití realmente, debería darnos el dinero a nosotros directamente y no al gobierno”, afirma James, a cargo de un campamento familiar de casi 50 personas, en la que falta su hermana menor de seis años, sepultada bajo los escombros de la casa familiar.
Con el apoyo de sus hermanos, este estudiante de 21 años saqueó un supermercado para conseguir arroz y agua y lo raciona con esmero ante la mirada envidiosa de otras familias.
“En más de 24 horas, nadie, ni la ONU ni ninguna autoridad vino a darnos un vaso de agua”, protesta a su lado Clement, funcionario público. “No se han habilitado campamentos porque la ayuda tarda en llegar y nos da miedo dormir en casas semiderruidas. Si empezara a llover, esto sería terrible. No tendríamos realmente dónde refugiarnos”, afirma Clarisse, una enfermera.
Miles de personas yacen aún bajo los escombros, que bloquean numerosas calles del centro de la ciudad. “No hay Estado para ayudarnos”, repite Laurent, un universitario de 22 años, señalando el Palacio Nacional y las sedes de los ministerios, derrumbados por el sismo.
Naciones Unidas advirtió que los trabajadores de ayuda están topándose con grandes desafíos al tratar de localizar a personas atrapadas bajo los escombros o al alimentar a los hambrientos.
La portavoz de la ONU Elisabeth Byrs calificó la situación de “una pesadilla logística”. Las entregas de ayuda por mar no podían desembarcar en Puerto Príncipe, debido a los daños sufridos por el puerto de la capital haitiana.
La Organización Mundial de la Salud dijo que los fuertes daños sufridos por al menos ocho hospitales en Puerto Príncipe están retrasando la capacidad de los médicos para atender a miles de heridos.
Se anunció que Naciones Unidas dispuso de 10 millones de dólares de sus fondos de emergencia para hacer frente a la catástrofe, mientras sus trabajadores y los soldados de mantenimiento de la paz enfrentan sus propias pérdidas. La sede central de la ONU en Haití se desplomó y hay por lo menos 36 muertos y 150 desaparecidos.
El jueves por la mañana los rescatistas localizaron y rescataron a Tarmo Joveer, un guardia de seguridad estoniano, bajo cuatro metros de escombros. Le dieron agua por medio de un tubo de goma, lo extrajeron y lo llevaron al hospital de la misión de la ONU.
A dos días de la hecatombe, los 200 trabajadores de la ONU trataban de distribuir bizcochos y otros elementos de ayuda, pese a los saqueos y a la amenaza de violencia en una nación plagada por la anarquía.
Comienza recuento de muertos

El director de la morgue, Guy Laroche, explica: “No puedo decir cuántos cuerpos más se traerán aquí”. En tanto, el gobierno informó que ya se enterraron siete mil cadáveres. Centenares de personas están enterrados bajo los edificios. Los vecinos los encuentran guiados por el hedor y comienzan a excavar con sus propias manos hasta encontrarlos.
“Más de cien personas quedaron sepultadas aquí”, afirma Beauzier Louis, estudiante de medicina que intenta rescatar a las enfermeras enterradas en la escuela donde estudiaban. Hasta el momento, sólo ha conseguido cadáveres y la posibilidad de encontrar algún superviviente se extingue con el paso de las horas.
La Cruz Roja Haitiana afirma que el terremoto podría haber dejado entre 45,000 y 50,000 muertos, mientras que tres millones de personas resultaron heridas o se quedaron sin hogar a raíz del temblor, el más grave en dos siglos en este país caribeño. El coordinador de acción humanitaria de Oxfam Internacional, Cedric Perus, informa que “hay cuerpos por toda la ciudad”. “No hay sitio para ponerlos por lo que las personas los envuelven en sábanas o en cartón con la esperanza de que las autoridades pasen a recogerlos”. Según indicó Oxfam Internacional, todos los hospitales están llenos y sólo uno continúa en disposición de recibir más heridos. “Nuestra prioridad inmediata es garantizar agua potable y material de cobijo a las personas que han perdido sus casas. Hay miles de personas en estas condiciones que han tenido que pasar la noche en la calle”, relató Perus.
Por otra parte, denunció que “la situación de seguridad va empeorando y por la noche es muy peligroso salir”. “Hay saqueos por todas partes y algunos mercados han sido asaltados”, subrayó. Según Oxfam, los primeros cálculos aproximados estiman que el 10% de las casas han sido destruidas, y eso afectaría en principio a unas 200,000 personas.
Un peruano entre los fallecidos
Luis Eduardo Chanllío Quispe, un peruano de 43 años que trabajaba para las Naciones Unidas, forma parte de la lista de miles de víctimas que perecieron a consecuencia del terremoto que asoló Haití el pasado martes. Él pereció cuando intentaba rescatar a sus hijos. Un familiar de Chanllío informó que él vivía en Puerto Príncipe junto a su hermano, Arturo, quien sobrevivió al terremoto. A Eduardo le cayó una pared cuando se encontraba en el cuarto piso de un edificio.
La familia inició ya los trámites para la repatriación y solicitó el apoyo del gobierno peruano para agilizar los trámites. Susana Quispe, madre del occiso, lamentó que su hijo tuviera que viajar al extranjero, ante la falta de trabajo para los jóvenes peruanos. En la nación caribeña viven entre 30 y 50 ciudadanos peruanos, además de los más de 200 militares que forman parte del cuerpo de paz de las Naciones Unidas.
Periodista entre los desaparecidos
El periodista peruano Joseph Carazas, quien labora en TV Solei se encuentra entre los miles de desaparecidos. “Dios quiera que se encuentre con vida”, afirmó José Antonio Rivero, cuñado del hombre de prensa.
Rivero contó que Carazas Neyra, periodista de 38 años, vive desde hace 5 años en Puerto Príncipe y labora en la Dirección Técnica del referido canal. El hombre de prensa está casado con una haitiana de 24 años de nombre Heydi. “Nada está perdido, la fe es lo último que se pierde y sé que mi cuñado está con vida”, sostuvo con la voz entrecortada Antonio Rivero.
Entretanto, el presidente del Consejo de Ministros, Javier Velásquez, informó que el primer cargamento de ayuda con medicamentos, alimentos y medicinas, llegó a Puerto Príncipe para paliar las necesidades de los damnificados.
Velásquez Quesquén expresó las condolencias del gobierno al presidente de Haití, René Préval, por la tragedia haitiana.
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